Manglaralto era donde solíamos ir para abastecernos de comida y comunicarnos con nuestra gente durante nuestra estancia en Kamala. El sol y a la aridez hacían que pareciese un pueblo fantasma. El calor del mediodía escondía a los lugañeras en el interior de sus casas y las calles quedaban desiertas.
En la imagen superior se ve la aldea desde el Mar.
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